Camilo Cañaveral Alzate
DULCE PESADILLA
Era un día más de esos en los que no soñaba. La verdad es que yo nunca he soñado. El doctor decía que tenía algún problema extraño en el cerebro, pero yo no sentía nada. Por mucho que intentara realizar un mínimo esfuerzo para soñar, mi cerebro se cansaba. Para mi era imposible soñar. E incluso a veces me resultaba difícil imaginar. Es como si tuvieses un guardián que impidiese la entrada de ideas al cerebro. Una cosa tan simple como soñar, que hasta un bebe es capaz de hacer, yo era incapaz.
El único sitio donde por lo menos me concentraba era en la piscina, y eso que unos niños no paraban de tirarse de bomba. Siempre me ha encantado estar en el agua. Era la mejor forma de ‘alucinar’ sin tener que soñar. Pero un día lo de alucinar se pasó de la raya…
Estaba relajándome en la piscina del barrio con mi nuevo bañador, que no era muy confortable. Entonces unos niños se empezaron a tirar de distintas modalidades y formas. Cuando el segundo se tiró me dio la curiosidad de saber como se veía debajo del agua sin gafas. Me quite mis gafas de buceo y me sumergí en el fondo de la piscina. No se veía nada más que burbujas que se habían formado en el impacto. Entonces tuve el presentimiento de que algo malo iba a pasar. El tercer niño se había tirado de bomba en mi cabeza. Fue tan rápido que ni siquiera me di cuenta, pero el golpe si que lo sentí. Me quede inconciente un rato.
Cuando volví a abrir los ojos todo el mundo había desaparecido. Estaba yo solo en el fondo de la piscina ahogado, bueno, no totalmente. Era un milagro. No estaba muerto. Podía perfectamente ver y sentirme de una pieza. En seguida el agua de la piscina empezó a disminuir. Quería subir a la superficie del agua pero estaba totalmente paralizado. Sentí el agua llegar a mi cabeza. Cerré los ojos otra vez para evitar cualquier molestia. Cuando los abrí ya no me encontraba en el mismo lugar. Mi cuerpo estaba seco y cubierto con una especie de traje negro de material muy extraño que yo desconocía. Tenia unas gafas que detectaban movimiento, también llevaba unas botas muy ligeras y cómodas. Mire a mi alrededor y conseguí identificar que era de noche y que me encontraba en un museo de arte y escultura. Era el Louvre. Entonces volví a sentir ese sentimiento de que algo muy malo iba a pasar. Iba a tocar la pared para apoyarme y reflexionar sobre lo que estaba pasando, pero no tuve tiempo. Una voz de hombre se acercaba por un pasillo gritando:
-“¡Nos vamos chicos, lo tengo!”-Dijo la voz.
Unas milésimas de segundos más tarde el hombre ya estaba corriendo en la sala en la que me encontraba. Era un hombre alto y musculoso, tenia la cabeza tapada con una mascara de criminal.
-“¡Tu también! ¿A que esperas? Sujeta esto”- Grito el hombre hacia mi.
Llegue a reconocer su acento francés. Pero no era tiempo para pensar de donde era aquel señor. Me entrego un cuadro no muy grande pero bastante pesado. Le di la vuelta para identificarlo. Mi cara se puso muy pálida en menos de un segundo. No me podía creer que semejante cosa estuviera en mis manos. ¡Era la Mona Lisa! Mire a todos sitios y habían cámaras de seguridad aproximadamente cada metro. Mire a mi izquierda y aquel hombre de acento francés estaba huyendo. ¡Pero será…! Mire a la derecha y un grupo de policías me estaba mirando a lo lejos. ¡Ay madre…! No sabía como reaccionar en ese momento, así que seguí a mi instinto de buen ciudadano. Me puse en el medio del camino de los policías con cara de justiciero local, pero no valió de nada… Mientras los polis venían hacia mi una sirena sonó muy alto que hasta casi rompió los cristales de las ventanas. Mientras tanto uno de los policías sacaba su revolver de su cinturón…
-“¡No hullas ladrón, que si no disparo!”- Dijo el poli.
No sabia que hacer. Si me entregaba a la justicia nunca saldría de la cárcel y si me iba con el ladrón francés… pues…
-“¡Espérame, que voy contigo!”- Grite al señor musculoso
Me puse a correr detrás del hombre con la esperanza de que si me iba con el por lo menos tendría un futuro mejor que la cárcel. De repente escuche disparos, que seguro que procedían del poli con mala leche. Para colmo unas rejas empezaron a bajar lentamente y si no me daba prisa me encerrarían. La Mona Lisa pesaba un montón y cada vez que la miraba veía su preciosa sonrisa que me frustraba cada vez más. Como si se estuviera burlando de mí.
Aquellos minutos se me hicieron eternos. Pasillo por aquí, pasillo por acá, guardias por allí, guardias por allá. Por lo menos tuve la oportunidad de dar una visita turística al museo. Finalmente escape de todas esas rejas en movimiento y me encontraba a la misma distancia que la del fortachón. Sin darnos mucha cuenta, ya estábamos en la entrada principal, y como no, toda la patrulla de policías estaba afuera esperándonos. Os recuerdo que la entrada principal del museo del Louvre es una inmensa pirámide de cristal que conduce al exterior del museo.
Musculitos y yo estábamos rodeados de policías por todos lados. No había escapatoria alguna de salir con vida de aquel lugar. Entonces mi presentimiento de que algo malo iba a pasar volvió a correr por mi mente. Pero esta vez se trataba de algo bueno.
-“¡Manos en alto!”- Dijo una fuerte voz
Este es mi final, pensé. Después de tanta tensión y silencio lo imposible ocurrió. La pirámide de cristal se quebró en la punta haciendo una increíble y peligrosa lluvia de cristales. El hombre francés rápidamente me cubrió con su cuerpo para evitar que cualquier cristal me hiciera daño. No podía creerme lo que estaba pasando. Mientras afilados cristales caían del cielo un gran paraguas me protegía del mínimo rasguño.
Cuando la lluvia termino una larga y estrecha escalera se plegó desde el cielo hasta la tierra. Pensaba que ya había llegado mi hora. “No, no puede ser. Soy demasiado joven para morir” Pero no se trataba de ningún milagro. Mire al cielo y me di cuenta de que se trataba de un helicóptero que por lo visto parecía que quería ayudarnos.
-“Sube. Yo ya te sigo”- Me explicó El hombre de músculos.
Parecía que en aquel lugar se hubiera peleado la revolución francesa. Los polis parecían muertos acostados en el suelo. Los coches patrullas estaban demolidos y el resto del sitio estaba destruido y en silencio total. Aun no se como musculitos y yo habíamos sobrevivido a semejante bombardeo.
La cuestión es que agarre el cuadro que por lo visto no tenia ningún rasguño y me sujete a la escalera. Era bastante difícil subir semejante cuadro por una escalera casi diminuta, pero me las apañe. El hombre francés estaba justo abajo mío. Cuando agarró la cuerda parecía un terremoto, casi se me resbala el cuadro. Unos segundos después llegue a unos diez metros de altura sobre el nivel del suelo. Fortachón parecía cansado. Todo estaba reducido a silencio. No se escuchaba ni una mosca. Pero desgraciadamente el silencio no duró mucho tiempo…
De repente un disparo interrumpió el silencio. Era un policía.
- “¡No tan deprisa! ¿A dónde creéis que vais?’-Gritó la voz del poli desde abajo.
Dos disparos más se escucharon, y uno de esos fue en vano. Así es. Uno de los disparos llego hasta la pierna del hombre francés. El piloto del helicóptero decidió empezar a moverse para evitar que otro disparo les alcanzara. Mona Lisa aun lucia una bella sonrisa en su rostro, cosa que me desagradaba ver ya que mi supuesto compañero estaba sangrando.
El helicóptero se movía bruscamente en todas direcciones, y esto me ponía mucho más difícil la tarea de llevar el cuadro. Finalmente llegue al helicóptero. Había dos personas más cuyas caras me resultaban familiares pero no llegaba a identificarlas. Deposite aligeradamente la Mona Lisa en cargo de uno de ellos y me dirigí a ayudar musculitos. Mire hacia abajo del helicóptero pero no vi a nadie.
Un horrible escalofrió me subió de las piernas a la cabeza. Esto hizo que me sintiera mareado y por si fuese poco tenía miedo a las alturas. Me caí del helicóptero.
“Ahora si que iba a morir” Pero pareció que un ángel escucho mi plegaria.
Afortunadamente el hombre de acento francés me agarro del pie. Pensé que se había caído o algo por el estilo. Entonces dirigí mi mirada hacia donde se sujetaba y observe que fácilmente se agarraba de un metal cuya función era facilitar el aterrizaje.
Finalmente fortachón llego arriba y acontinuación de el iba yo. Los dos nos sentíamos como verdaderos superhéroes (Claro que éramos delincuentes) El hombre al que le había otorgado la Mona Lisa puso velozmente una especie de tirita grande en la herida de musculitos “Cuando lleguemos a nuestra guarida te desinfectare la herida” Dijo el señor.
Después de un rato le di las gracias al señor de acento francés por haberme salvado la vida dos veces. Amablemente contesto:
-“No lo he hecho para salvarte la vida, si no para proteger el cuadro”-respondió.
CONTINUARA EL PROXIMO AÑO…